miércoles, 25 de diciembre de 2013

Capítulo tres.

 John y yo subimos las escaleras de vuelta al aula trece, donde recogemos los materiales necesarios para la siguiente clase y bajamos las escaleras hasta el aula de música. A John se le olvidó enseñarme esta clase, por lo que aún no sé dónde está. Menos mal que le tengo a él para poder guiarme entre los retorcidos pasillos del instituto.
  Cuando al fin llegamos al aula, vemos que somos los últimos; todos los demás están ya sentados.
  -Perdone por legar tarde, señorita Stewart -dice John a la profesora.
  -Sentaros -nos responde ella. Es una mujer de aspecto joven, de unos treinta años, con un cabello moreno claro recogido en una coleta alta. Varios mechones de pelo se le salen del peinado, y caen a los lados de su fina cara. Sus ojos son de color azul, mezclado ligeramente con un gris que me recuerda a los ojos de mi madre. Tiene aspecto de ser simpática.
  John y yo nos sentamos en unos asientos que quedan libres, al lado el uno del otro. La señorita Stewart se da cuenta de que soy nueva, me pregunta mi nombre y mi apellido y continúa con su explicación.
  -El mes pasado hicimos ejercicios sobre lectura de pentagramas -dice, con una voz dulce-, así que este mes trabajaremos con los instrumentos y la voz.
  En la clase se escuchan murmullos; la gente comenta lo que acaba de proponer la profesora. Yo pienso que eso se me daría bastante bien, ya que me servirían mis cinco años en una academia de guitarra..., siempre que no nos pongan en grupo.
  -Propongo que nos dividamos en grupos de tres -continúa la señorita Stewart. «Mierda», pienso-. Cada persona tendrá que elegir un instrumento, y a cada grupo se le asignará una partitura para interpretar. Si queréis, para subir nota, podéis incluirle letra, es decir, inventaros una canción.
  No creo que vaya a colaborar si me toca con alguno de estos ignorantes, porque no creo que la señora Stewart nos deje elegir los grupos. Mi teoría acaba siendo cierta:
  -Tendréis que poneros todos de pie -toda la clase se levanta del sitio donde estaban sentados- Yo haré los equipos, cuando os nombre, sentaros en una mesa con vuestro grupo -dice la profesora-. Dave Smith, Megan Blake y Cassie Mason; iréis juntos.
  Dave es el chico rubio de ojos verdes, y Cassie una de las chicas de pelo oscuro que estaban hablando esta mañana. Los tres ocupan su sitio en la clase.
  La profesora sigue nombrando gente. Nichole -la chica que estaba hablando con Cassie-, Mindy -una chica de baja estatura, piel pálida, cabello rubio oscuro y el rostro lleno de pecas. Una punzada de dolor me recorre al verla. Es clavada a Alex...- y Christie -que parece tener diecisiete, y todo el maquillaje que lleva sólo está escondiendo sus ojos marrones-. John, Dylan -que, al parecer, es el hermano gemelo de Mindy- y Austin.
  Sólo quedamos unos seis en la clase, y de ellos sólo reconozco a Matthew, el chico pelirrojo que me recuerda a un Weasley.
  -Ariana Allard, Hiver Fournier y Matthew Green.
  Me dirijo a una de las mesas que quedan libres. En cuanto mis compañeros de grupo se sientan, veo que Hiver es la chica rubia de ojos grises que me recordó a Katy esta mañana. Me fijo más en sus ojos y descubro que no son grises, sino de un azul gélido. Tiene sentido que la llamaran Hiver. Matthew se queda mirando a la mesa sin abrir la boca, pero ella me mira con una sonrisa no muy bien fingida en el rostro y se presenta.
  -Me llamo Hiver Fournier -su acento, además de su nombre, deja claro que es francesa-. Encantada de conocerte, Ariana -me estrecha la mano.
  -Igualmente -mi cara continúa igual de seria que antes de iniciar esta conversación. No me gusta socializar con la gente.
  Mattew por fin levanta la cabeza y me dice:
  -Matthew Green. Puedes llamarme Matt. Y bien, -se dirige también a Hiver- ¿alguna de vosotras sabe tocar un instrumento?
  -Yo toco el piano, y si queréis puedo cantar también. -responde Hiver.
  -¿Y tú, Ariana?
  -La guitarra.
  -Perfecto. Yo puedo tocar cualquier instrumento de percusión -dice Matt.
  Todo arreglado: no tendré que cantar.
  Suena la sirena y nos dirigimos al aula trece para la clase de francés. Yo me paso las dos horas siguientes dibujando, con Matt sentado al lado mía, mirándome. No sé qué ve de interesante en lo que estoy haciendo. Aún así, aunque me estuviera mirando sin interés, me pone nerviosa, hace que sienta un peso encima de mis hombros como si me pesara su mirada.
  Me decido a devolvérsela. Como en Bajo La Misma Estrella, cuando Gus y Hazel se conocieron. Ese libro hace que quiera llorar.
  Ahora no puedo apartar la mirada. Tengo mis ojos clavados en los suyos, que son enormes, de un color verde azulado precioso. Me dedica una sonrisa. Me fijo en su cabello, pelirrojo, que me recuerda al color de una hoja caída de un árbol en otoño. Dios, él es guapo. Lo es. Pero una cosa es que tenga un físico increíble y otra es que yo pueda sentirme mínimamente atraída hacia él. O quizás sí. Estoy confusa. Decido no pensar en eso, porque, viendo cómo me mira Matt, estoy empezando a ruborizarme. Cualquiera diría que está mirando a una exótica mariposa y no a la chica paliducha, deprimida y antisocial que tiene al lado.
  Aparto la mirada y continúo dibujando. El timbre suena, Matt se levanta de su asiento, me sonríe y me dice:
  -Te veo mañana.
  -Claro -respondo.
  Después de esto, él se marcha del aula. Dentro quedan pocas personas, entre ellas John y Megan. Ella y Dave, el chico rubio de ojos verdes, se dirigen hacia mi mesa cuando somos los únicos que quedan en la clase. Él lleva el brazo por encima del hombro de Megan.
  -¿Qué tal, Ari? -me pregunta la pelirroja-. ¿Te ha ido bien el primer día? ¿Has hecho amigos? ¿Qué te han parecido los profesores? ¿Alguien te ha caído mal?
  -Wow, Meg. ¿Qué es esto, un interrogatorio?
  -Calla, Dave -le señala a la puerta-. Y ahora, sal de aquí para que pueda hablar con Ariana a solas.
  -Vaaaaaaale -acto seguido, le da un beso en la mejilla a Meg y sale del aula.
  Le dedico a ella una mirada de «¿pero qué ha sido eso?», y responde, con una sonrisa:
  -Es mi novio. Llevamos juntos un año.
  -Me alegro.
  -Gracias. Y ahora, volvamos a lo que te estaba diciendo. ¿Vas a responder a mis preguntas?
  -Ah, bueno. Sí, me ha ido bien. No he hablado con muchas personas a lo largo del día, tan solo contigo, con John, con Matthew y con Hiver.
  -¿Hiver Fournier?
  -No, que va, la otra Hiver -respondo con un sarcasmo desganado-. Sí, con Fournier. Estamos juntas en el trabajo de música.
  -Cierto. Pues escúchame bien: aunque tengáis que hacer un estúpido trabajo juntas, procura alejarte de ella en las demás horas de clase. Tiene experiencia en arruinar la vida de la gente. Créeme, sé lo que digo.
  -Suena como si te hubiera pasado a ti -quizás no debería haber dicho eso, pero no he podido evitarlo.
  -No suelo hablar de ello -responde rápidamente-, pero sí. Hace cinco años yo era su amiga. En cuanto llegó a ser la más popular, me dejó completamente sola. Oh, pero eso no fue suficiente, y se encargó de difundir por todo el instituto rumores horribles y falsos sobre mí. Nadie quería sentarse conmigo en clase, ni siquiera me dirigían la palabra. Esa imbécil consiguió que me marginaran. Al final la gente se cansó de los rumores de Hiver y siguió a lo suyo, pero la perdí para siempre. No creas que yo quería volver a ser su amiga. Es más; mi mayor sueño es tirarle una enorme bola de nieve a su falsa cara maquillada y decirle -Meg pone cara de niña inocente- «ups, Hiver, ha sido un accidente». Sería algo irónico, teniendo en cuenta el significado de su estúpido nombre francés.
  Tras un largo silencio, le digo:
  -Si algún día llegas a hacer eso, procura avisarme para que pueda verlo.
  Ella sonríe complacida por lo que acabo de decir.
  -Ah, y sobre John. No me negarás que entre vosotros ha saltado chispas desde el primer momento.
 -¿Qué? -respondo sorprendida- ¿John y yo? Bueno, tenemos la misma personalidad, y él es encantador... Pero de ahí a eso...
  -Oh, vamos. He visto cómo te mira.
  Pienso en los ojos azul mar de John mirándome fijamente. No he notado nada en ellos, a pesar de lo que diga Megan. Puede que estuviera demasiado concentrada en intentar ser amable, porque mi verdadero carácter es algo borde, y no quiero que John sepa que soy así. Me da igual ser borde con las demás personas, pero con él todo es diferente.
  -No creo que le guste. Tengo razones para pensarlo -Meg arquea una ceja, así que yo le explico-: Uno, no me conoce lo suficiente; y dos, ¿tú me has visto?
  Me observo a mí misma. El jersey que llevo puesto me tapa desde el cuello hasta por debajo de la cintura, y su anchura tapa cualquier forma que pueda tener mi cuerpo. Los jeans vaqueros están desgastados hasta tal punto que tienen alguna que otra rotura en la rodilla.
  -Vale, tienes que mejorar un poco tu aspecto -pongo los ojos en blanco, no pienso cambiar de look ni nada por el estilo-. Pero estoy segura de que lo que John siente por ti es especial.
  -Lo que tú digas. ¿Podemos irnos ya al autobús? Dave lleva esperando en la puerta un rato.
  -Okay.
  Las dos andamos hacia el exterior de la clase y allí nos encontramos con Dave. Él vuelve a echar su brazo por encima del hombro de Meg y caminan juntos por los pasillos del instituto, hacia la salida. Yo los sigo unos metros por detrás, ya que no me gusta estar al lado de parejas empalagosas. No sé si Meg y Dave son así, pero, por si acaso, me niego a presenciar una escenita que contenga las palabras «cariñito», «pastelito» o cualquiera que se le parezca. Esas cursiladas hacen que me entren arcadas.
  Llego a la salida del instituto y subo al autobús. Meg se despide de mí, y ella y Dave entran en el coche del hermano de este último. Yo subo al autobús sola, esperando encontrar un asiento vacío sin nadie al lado. No tengo esa suerte: todos los asientos vacíos tienen a alguien al lado.
  -¡Ariana! -me llama alguien de repente.
  Me doy la vuelta y veo que me están mirando unos enormes ojos azul verdoso casi tapados por un flequillo pelirrojo. Matt y su pandilla, que están en los últimos asientos del autobús, quieren que me siente con ellos. Por alguna razón, creo que eso sería algo incómodo.
  No veo ninguna otra opción, pero cuando me dispongo a sentarme, noto la mano de alguien tocándome el brazo. Me vuelvo y veo a John sonriendo abiertamente. Me siento a su lado, sintiéndome completamente aliviada por haberme librado de sentarme con Matthew.
  -Gracias -le digo, y mi voz es casi un susurro.
  -No las des. No parecía que quisieses sentarte con esos tíos.
  -No me apetecía mucho -respondo.
  Él vuelve a sonreír y yo cambio de tema.
  -Por cierto, antes en clase se me olvidó preguntarte: ¿qué libro estás leyendo?
  -Oh, la verdad es que no estoy leyendo ninguno. He leído más de una vez cada uno de los libros que hay en mi casa, y no suelo tener tiempo de ir a comprar nuevos. Alguna que otra vez me paso por el mercadillo de los domingos, pero no encuentro ningún título interesante.
  -¿Has leído Los Juegos del Hambre?
  -Por supuesto. La trilogía entera cuatro veces.
  -Wow. Yo sólo la he leído dos veces. ¿Cuál es tu libro favorito de los tres?
  -Supongo que En Llamas. Por el Vasallaje y todo eso.
  -¡El mío también es En Llamas! Creo que tiene más acción que los demás, me encanta el Vasallaje, y además sale Finnick.
  -Por supuesto. -pone los ojos en blanco-. A todas os gusta Finnick.
  John consigue que sonría una vez más. Entonces me doy cuenta de que hemos llegado a la parada de mi casa, recojo mi mochila y le digo:
  -Nos vemos mañana.
  -Hasta mañana -me responde sonriendo.
  Aunque parezca algo estúpido, salgo del autobús llena de felicidad.


  -¿Qué tal el primer día? -me pregunta mi madre en la cena.
  -Bien -digo, secamente, cuando en realidad estoy pensando «aún nadie me ha insultado. Aún».
  Después de cenar simplemente me levanto y, antes de irme a mi habitación, digo:
  -Hasta mañana.
  Subo las escaleras y entro en mi cuarto. Me quito las zapatillas y me desplomo en la cama, incapaz de concentrarme en leer.
Tumbada boca arriba, pienso en todo lo que me ha pasado hoy. Conocer a Meg, la chica maja que podría ser mi amiga. A John, con mar que son sus ojos, y su gusto por la lectura idéntico al mío. A Matthew. A Dave. Y todos los demás chicos del aula 13. Y de repente recuerdo a aquella chica..., creo que se llamaba Mindy. Oh, era tan parecida a Alex... Su recuerdo me envuelve por completo. Su cabello claro y rizado cayendo por su fina y pálida cara llena de pecas. Su personalidad, por un lado divertida y amigable, y por otro débil, frágil y con baja autoestima. Aquello acabó con ella. Recuerdo cuando vi las primeras marcas en sus muñecas... Intenté evitarlo, intenté que se quisiera más a sí misma, pero nada de eso funcionó. No se quería a sí misma, y eso sumado a los insultos y críticas de las superficiales chicas de la clase no tuvieron un buen resultado. El dolor me recorre y me inunda el pecho, y esta vez, me permito llorar todo lo que puedo, hasta que me quedo dormida.

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